José Tomás Urmeneta (1808-1878) fue el empresario minero más importante del siglo XIX, político y filántropo, según Vicuña Mackenna, el hombre más rico América del Sur.
Inicia su actividad como empresario minero en 1831 cuando regresa a Chile después de permanecer algún tiempo en España y tres años en Inglaterra. En Londres, es testigo de los grandes cambios sociales y económicos que trae la Revolución Industrial y se deja influenciar por las virtudes burguesas como la racionalidad económica, el espíritu de empresa y la moralidad.
Después de varios ires y venires como empresario minero y de estar prácticamente en la quiebra, en octubre de 1852, Urmeneta da con una veta de cobre de buena ley en el “Pique de Tamaya”. Las grandes cantidades extraídas de cobre, su calidad y el alza del precio internacional producto de la guerra de Crimea, provocarían que en pocos años se convirtiera en el hombre más rico del país.
A partir de 1853 comienza a diversificar sus inversiones. En la minería se dedicó también a la extracción de oro, plata y carbón. Creó la Sociedad Chilena de Fundiciones y la Sociedad de Gas de Santiago. Como socio capitalista invirtió en la Fábrica de Tejas y Ladrillos, Molinos San Cristóbal; en préstamos a comerciantes; en sociedades anónimas como Ferrocarril del Sur; la Compañía Chilena de Seguros; y el Banco Nacional de Chile; en bienes raíces rurales y urbanos, convirtiéndose así, en uno de los empresarios más importantes de la segunda mitad del siglo XIX.
Su actividad política comenzó cuando fue elegido diputado propietario por Ovalle (1846-1849); integró la Comisión Permanente de Hacienda e Industria. Fue reelecto diputado propietario por Ovalle para el periodo 1849-1852, pero no concurrió. Posteriormente, para el periodo 1852-1855, fue electo como diputado propietario por Elqui. Formó parte de la Cámara de Senadores cuando fue elegido senador propietario para el periodo 1855-1864. En 1853 fue elegido consejero de Estado.
En 1871 se presenta como candidato a presidente de la República apoyado por radicales, liberales y nacionales, pero no tuvo éxito. Federico Errázuriz Zañartu ganó por 226 votos contra 58.
Patrimonio inmobiliario
A lo largo de los años Urmeneta invirtió en bienes raíces tanto para uso personal y familiar (mansiones, fundos y casa-quinta), como para negocio inmobiliario.
Las habitaciones particulares más destacadas son el Palacio Urmeneta (patrimonio que jamás podremos conocer) y la Quinta Bella, ambas propiedades ubicadas en Santiago y la hacienda de Limache, en la región de Valparaíso.
Por el año 1848, Urmeneta adquirió una casa en la calle Monjitas que servía especialmente para sus hijas que estudiaban en la capital y para cuando él andaba de visita. En 1853, se instaló definitivamente en Santiago y la casa se hizo pequeña para este hombre empresario y político, con una vida social intensa. Es por esto que compra la casa vecina, la reforma y la une con la antigua, convirtiéndola en una gran mansión. No conforme aún, en 1868 adquiere el paño posterior de las casas, se derrumba todo y se construye un palacio, encargado al arquitecto Manuel Aldunate y ejecutado por el constructor Eduardo Von Moltke. Las obras duraron hasta 1873 y el palacio fue ricamente ornamentado con vitrales, muebles, tapicerías, cristalería, pinturas, vajillas de plata, mármoles, etc. objetos que fueron traídos especialmente de Europa en un viaje realizado por Urmeneta. El palacio fue considerado como el más lujoso y solemne de toda Latinoamérica. Lamentablemente, como muchos edificios patrimoniales, el Palacio Urmeneta desapareció con el tiempo. En 1929 salió a remate y al no existir interesados en su compra, el edificio fue demolido.
La Quinta Bella y la hacienda de Limache también se destacaban por el lujo y refinamiento, estaban diseñadas y decoradas al más puro estilo de la burguesía inglesa. La distribución era hacia un lado el parque y el chateau y hacia el otro, la granja con los departamentos de administración y de cobranza.
En 1853, Urmeneta inicia la compra de varios terrenos en las afueras de Santiago, en el Llano de Santo Domingo (al Norte de Recoleta), los que para 1862 darían origen al famoso fundo Quinta Bella (también conocido como Quinta Urmeneta). Esta constaba de una mansión exquisitamente decorada, hermosos e imponentes jardines con flores diseñados por un jardinero italiano, fuentes de agua y un bosque con arboles exóticos que era admirado por los invitados.
En 1864 Urmeneta encarga al arquitecto Manuel Aldunate la construcción de un oratorio para la Quinta. Martina Barros de Orrego menciona al respecto “Recuerdo que en una ocasión nos convidó al estreno de la capilla en un Jueves Santo. Esta era pequeña y bonita en el exterior, pero no pudimos ver el altar y sus adornos interiores, porque estaba totalmente cubierta de colgaduras negras de duelo; sólo se veía delante del altar un gran crucifijo rodeado de altos candelabros con velas de cera encendidas, con esa luz mortecina que produce una impresión tan dolorosa. Entraba y salía alguna gente del vecindario rezando en alta voz y los inquilinos de los fundos de los alrededores, mientras en el púlpito un clérigo rezaba las Estaciones…“. (Recuerdos de mi Vida, 1942:98).
Cuando Urmeneta muere en 1878, su esposa es quien hereda la Quinta Bella, pero muchos años después, Martina Barros deja en evidencia que la propiedad perteneció a su hermano Manuel y que incluso habría muerto ahí.
Se sabe que en 1923 los terrenos fueron vendidos a la Casa de Orates, para implementar el proyecto de rehabilitación con el programa puertas abiertas y la ergoterapia, muy en boga en Europa desde el año 1920 y que también adquirieron el Fundo El Peral, donde se inauguró el Open Door en 1928.
En 1950 su destino cambia, los terrenos son comprados por la Corporación de la Vivienda y en 1952 se inaugura la Población Quinta Bella. 20 años después, la antigua Escuela Perú Nº 126 se instaló en esos terrenos. La capilla pertenecía a la escuela cuando fue declarada Monumento Histórico en 1994 por el Consejo de Monumentos Nacionales. Esta suerte corrió hasta el 2002, cuando la escuela se trasladó de lugar al fusionarse junto con la Escuela Rómulo Gallegos para formar parte de la Escuela de Puerto Rico.
Actualmente, pertenece a la Corporación Cultural de Recoleta y se espera conseguir, lo más pronto posible, los fondos para su restauración, aunque no se entiende qué pasó con los 500.000 millones que el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) habría otorgado a la comuna por el Programa de Reconstrucción Patrimonial y cuyas obras podrían haber concluido el 2012 .
Por más de 40 años y hasta el día de hoy sigue clausurada, se ha utilizado como depósito de materiales, ha sido saqueada, incluso las escaleras que permitían el acceso a las torres fueron robadas y la única imagen con la que se cuenta, fue rescatada por una vecina que, luego de 40 años, la devolvió y ya se encuentra restaurada y se espera su pronta exhibición.