El actual templo de San Isidro Labrador es obra de Ignacio Cremonesi cuyos trabajos comenzaron en 1896 y concluyeron en 1903. Si bien, después del terremoto de 1906 Ricardo Echeverría reparó y refaccionó la iglesia, además de agregar una cúpula sobre el altar mayor, la propuesta de diseño sigue siendo la de Cremonesi.
La iglesia se levanta con un volumen simple de estilo neoclásico sobre una planta basilical. Con reminiscencias de la arquitectura romana, el frontis se destaca por dos grandes columnas que enmarcan los tres accesos que conforman el nártex que está delimitado con arcos de medio punto. Los accesos laterales están cerrados con rejas y sobre ellos, hay dos nichos con figuras religiosas. El ático se aprecia como una prolongación de la nave central, acercándose al plano de la fachada y coronado por un frontón triangular. La entrada principal está conformada por varias columnas y un frontón triangular, sobre el cual se distingue un rosetón.
Por las caras laterales, la fachada se va conformando por medio de pilastras y ventanales con arco de medio punto y en los accesos al transepto, hay un pórtico compuesto por un frontón triangular y dos pares de columnas exentas.
La particularidad de la construcción son sus muros de albañilería de ladrillo a la vista. Los cimientos y sobrecimientos son de piedra semicanteada. Hay refuerzos de platinas metálicas en el voladizo de las cornisas y en las bovedillas del arquitrabe del entablamento. La estructura de la techumbre está hecha en roble y la cubierta es de fierro galvanizado.
Al interior, las naves laterales están conformadas bóvedas de cañón, que se ubican entre cada conjunto de columnas que sostienen un arco de medio punto y que dan lugar a la incorporación de altares devocionales. La nave central, también está conformada por columnas y arcos de medio punto, pero el cielo está construido por cinco cupulines de curva rebajada y rematados por una linterna. La cúpula central, ubicada en el transepto, se destaca por tener unas ventanas de estilo francés (siglo XIX), las que otorgan cierta luminosidad al espacio. La nave central remata en el ábside, que está bastante ornamentado y que acoge al altar mayor.