Las recoletas o casas de recolección, se originan en Europa durante el Renacimiento como respuesta al caos generado, dentro de la iglesia, por las ideas renacentistas que provocaron disputas, divisiones y la pérdida de la disciplina monástica. En el año 1583, en la ciudad de Toledo, se reunió un grupo de eclesiásticos para buscar una solución a este desorden y evitar la influencia de estas nuevas ideas imperantes. Entonces, surgen las recoletas con el fin de que los religiosos lleven una vida espiritual más rigurosa, fortaleciendo su vida interior y reafirmando la vocación, a través de un estricto recogimiento.
En Chile, ya instalados los dominicos en la actual calle Santo Domingo, tenían el encargo de instalar una casa de estricta observancia religiosa. Sin embargo, esto fue posible recién en el año 1750.
Junto con los terrenos cedidos para levantar su primera iglesia en el sector cercano a la Plaza Mayor, los dominicos reciben dos donaciones importantes en La Chimba. Primero, en 1557 Bartolomé Flores les dona una chacra y segundo, en 1558, Rodrigo de Quiroga y su esposa Inés de Suárez les ceden una gran hacienda, logrando en total un terreno que incluía el actual Cerro Blanco y la Ermita del Socorro (Iglesia de La Viñita), cuyos límites hacia el sur era la calle Dominica, hacia el norte incluso abarcaba el Cementerio General, hacia el oriente los faldeos del Cerro San Cristóbal y hacia el poniente el Camino Chile (actual Independencia).
En 1557, Fray Gil González fue nombrado Vicario de Nación en Chile y desde su llegada al país luchó apasionadamente por la defensa de los indígenas, lo cual provocó grandes dificultades con el gobierno de turno que, castigando al fraile, presentó una serie de impedimentos para la instalación de los dominicos en estos terrenos. Cuando la donación se llevo a cabo, aparecieron otros dueños argumentando la ilegalidad de la donación y la ocupación de dichos territorios.
En 1558 el cabildo deja nula la donación y añade que, además, resulta ser un gran daño para la ciudad que la cuarta parte del valle sea donada a un monasterio. Ante esto, el Padre Gil recurre a la Real Audiencia de Lima, la cual favorece a los dominicos, recuperando de esta forma los terrenos perdidos. Posteriormente, el gran terreno se ve reducido por la venta y por la confiscación de los bienes del clero regular en 1824.
En 1750 se inicia la construcción del llamado convento viejo, la primera casa de estricta observancia religiosa, concluyendo la obra el Padre Manuel Acuña, realizando también el antiguo templo, compuesto por una nave. Además, se forma la biblioteca, un tesoro de la época colonial.
En 1853, debido al crecimiento de la población los feligreses que asisten al templo han aumentado y los padres se ven en la necesidad de ampliarlo y embellecerlo. Para ello, recurren al Padre Andrés O’Brien, el cual se encontraba en Roma, haría el encargo a Eusebio Chelli para el diseño del nuevo Altar Mayor.
Ese mismo año, Chelli llega a Chile con el Altar Mayor y resulta ser tan maravilloso, que los dominicos piensan que el antiguo templo no es digno para tal obra y deciden encargar al mismo Chelli la edificación de un nuevo templo, inspirado en la catedral de San Pablo de Extramuros de Roma.
La construcción se extendió por 30 años y también participó en ella el arquitecto chileno Manuel Aldunate, quien proyectó la cúpula y dirigió la obra durante 20 años. El templo consta de tres naves, está cuidadosamente ornamentada y posee 60 columnas de mármol de Carrara que fueron traídas desde Italia y es inaugurado en 1882.
En 1886 el convento viejo es demolido y en octubre de ese mismo año se levanta el actual claustro, que se termina en 1890.