Iglesia de Alhué – Historia

Alhué en mapudungun se traduce como “alma de muerto”, “anima”, “fantasma”. Los alhuinos lo definen como  “Lugar de Espíritus”, custodiado a lo largo de su historia por diversos mitos y leyendas, tejidos entre medio de los cerros, sobre casos de apariciones y hechos sobrenaturales. Y eso es Alhué, religiosidad, mitos, tradiciones y folclore.

La historia relata que poco después de la llegada de los españoles se implementa el sistema de encomiendas, las que consistían en repartimientos de indios (un conjunto de población nativa organizada a través de caciques o curacas), como una forma de recompensar los servicios prestados a la Conquista, tanto militares como financieros.  Cada encomendero percibía tributos de los indios asignados y a cambio debía  evangelizarlos, alimentarlos y vestirlos. Dada las condiciones sociales y económicas de Chile, la Encomienda por tributo fue muy difícil y se implementó prontamente la Encomienda de servicio que consistía en mano de obra, sobre todo en los lavaderos de oro, pero rápidamente se agotó la actividad aurífera chilena y los servicios del indio derivaron en labores agropecuarias, trascendentales en la formación del espacio rural.

Alhué no se mantendría al margen de esta historia. Pedro de Valdivia regala a Inés de Suárez, mediante el otorgamiento de encomienda de los caciques y sus indios Atungüillariga, Catapilco, Ulbalalhue (Alhué), Guachunarongo (Huechún), Curipanobal (Culiprán) y Melipilla. Posteriormente, el 11 de julio de 1546, Valdivia le otorgó en propiedad esas tierras. Inés de Suárez encargó a los Mercedarios la labor de evangelizar a los indios de estas tierras, quienes se instalarían en una finca que ellos denominaron Santa Inés.

Debido a la filtración de la relación de Valdivia con Inés de Suarez, en 1548 Valdivia le ordena casarse con Rodrigo de Quiroga. Esto  permitiría que las encomiendas del matrimonio se juntaran, Suárez aportó Alhué, Melipilla, Huechún, Apoquindo, Culiprán y Catapilco y Quiroga, Peumo, Colchagua, Teno y Relamo.  Pronto introducirían cabezas de ganado y se multiplicarían por cientos en Melipilla, Puangue y Alhué. En las estancias y haciendas se producía todo lo necesario y con la matanza de animales no solo había carne para comer, se elaboraban cueros, suelas, charqui, grasa, sebo para velas y aperos. Pronto se incorporaría la agricultura y la fabricación de vino.

En 1599, el Gobernador Pedro de Vizcarra entregó al capitán Fernando Álvarez de Bahamonde las tierras por el lado de Peumo que colindaban con las del cacique Alhué. Esto originaría en 1635 un juicio de varios años, entre los Mercedarios y la viuda del capitán, Beatriz de Guzmán, por las tierras de Alhué, quien argumentaba que en un trueque el cacique Alhué le había entregado sus tierras. A pesar que los Mercedarios objetaban esa teoría, aludiendo a que muchos años antes ellos ya habitaban esas tierras y que éstas fueron donadas por Inés de Suárez y Rodrigo de Quiroga, en 1639 las tierras de Alhué eran reconocidas como propiedad de Beatriz de Guzmán, las que donaría rápidamente a su hijo Jerónimo de Bahamonde, quien denominaría esta hacienda como San Jerónimo.

Para el año 1739, Benjamín Vicuña Mackena estima que empezaron a encontrar las primeras vetas de oro en la zona. Muchas familias llegaron en busca de estas riquezas y se fueron instalado, así se formó El Asiento, el primer poblado de mineros del sector. Otros asentamientos mineros se instalarían en lo que se denominaría como Nuevo Reino, porque pensaban que el nombre Alhué era causa de los horrores que allí se cometían (la fiebre del oro trajo consigo muchos robos y crímenes, hechos atribuidos a la intervención Diablo). Estas familias, de El Asiento y el Nuevo Reino, solicitaron al Gobernador Domingo Ortiz de Rosas que se fundara Villa Alhué, quien el 26 de enero de 1753 otorgaría la licencia para formar el pueblo, recibiendo por nombre Villa San Jerónimo de la Sierra de Alhué, uno porque la hacienda ya hace años atrás se llamaba San Jerónimo y otra porque San Jerónimo se transformaría en el patrono del pueblo.

Como todas las ciudades fundadas por lo españoles, Alhué se ordenó alrededor de la plaza y se reservó un lugar para la nueva iglesia, la que se trasladaría desde El Asiento hasta su nueva ubicación. La primera construcción sería de adobe, madera y techo de paja.

Fundada como parroquia el 30 de septiembre de 1764, por el Obispo Manuel de Alday, se termina la construcción del actual templo, edificado en cimientos de piedra bolón, con muros de adobe, techumbre de madera y tejas de arcilla.

Para los últimos terremotos, 1985 y 2010, la iglesia sufrió severos daños en su estructura. Sin embargo, se han realizado varios proyectos de restauración que han rescatado su esencia colonial.

En 1974, fue declarada Monumento Histórico junto a la casa Parroquial. Es un importante hito dentro de la ciudad, tanto por su valor patrimonial, simbólico e histórico.

Alhué mantiene sus tradiciones culturales en fiestas populares y religiosas como el festival de trapiches y faroles, la quema de Judas, la Corrida de Cuasimodo, procesiones de Semana Santa, Navidad, Fiesta Patronal de San Jerónimo y, la más importante, la fiesta de la Purísima. También, zona de cantores a lo Humano y a lo Divino.

Desde 1975 se celebra la «Semana Alhuína», con presentaciones de humoristas, grupos musicales, bailes, comida típica chilena y carreras a la chilena.  El alhuino con tradiciones muy arraigadas, durante diversas fechas del año participa de rodeos, domaduras y carreras a la chilena.

La campana de Alhué

La campana, aquella clásica postal de la casa de Isla Negra de Pablo Neruda, proviene de la parroquia de Alhué. Pareciera ser que solo la campana sabe cómo fue a parar de Alhué a Isla Negra. Los alhuinos en algún momento esperaban ansiosos poder recuperarla, pero no contaban con el poderoso cariño que el poeta le tendría a dicho objeto a lo que él habría respondido, según indican unas cartas publicadas en el diario El Labrador de Melipilla, “desgraciadamente esta campana nunca más volverá a tañer ni en Alhué ni en ninguna parte: me la vendieron con una trizadura mortal, con una rotura que la mantendrá siempre callada. Ninguna restauración le devolverá el sonido”. Al año siguiente Neruda murió y nunca más se pudo indagar sobre cómo la consiguió y cuál era el motivo de tanto cariño. Sin embargo, los alhuinos comprendieron con el tiempo que era más prestigioso que la campana tuviese su hogar en Isla Negra que en el mismísimo Alhué.

Sin embargo, una de las gestiones importantes del Directorio del Museo de Alhué fue recuperar la mentada campana. Estuvieron en conversaciones con la Fundación Pablo Neruda, cuyo presidente imposibilitó esos anhelos, pero se comprometió a realizar una réplica exacta la que fue entregada en una ceremonia especial el 13 de septiembre de 2009.